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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Nitsavim 51-6

Estáis de pie

Deuteronomio 30:11-14

Este mandamiento que yo te ordeno hoy no es muy difícil para ti, ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: "¿Quién subirá por nosotros al cielo para traérnoslo y hacérnoslo oír a fin de que lo guardemos?" Ni está más allá del mar, para que digas: "¿Quién cruzará el mar por nosotros para traérnoslo y para hacérnoslo oír, a fin de que lo guardemos?" Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes.

(Deut. 30:11-14 LBLA)

¿Hay alguna excusa para no obedecer?

Con estas palabras HaShem quiere enseñarnos varias cosas. Una de ellas es que no hay excusa para no obedecer. Siempre hay un argumento de la mala inclinación en nosotros que dice que es demasiado complicado hacer lo que el Eterno nos manda. Estas palabras dicen que no. Es cierto que muchos de los mandamientos requieren nuestro esfuerzo físico y otros requieren una fe inamovible, pero la persona que se entrega al Eterno con un corazón dispuesto a obedecerle cueste lo que cueste tiene la posibilidad de cumplir lo que el Eterno manda (c.f. Luc. 1:6). Cuando uno se equivoca y falla tiene el recurso del perdón que el Eterno ha provisto, para que se levante y siga adelante en el camino de la obediencia. Nadie es perfecto para no fallar, pero eso no significa que no debe de seguir intentando. Aunque un niño caiga cuando va aprendiendo a caminar no se queda en el suelo desanimado sino se levanta e intenta de nuevo hasta aprender a caminar bien. Uno que ha aprendido a caminar normalmente no cae. Y si cae se levanta de nuevo recibiendo el perdón que el Eterno provee a todo el que confía en él.

Este texto también nos muestra una clave para poder cumplir el mandamiento, primero hablar y luego poner las palabras en el corazón. Pronunciar las Escrituras con nuestra boca nos ayuda a ponerlas en nuestros corazones. Esto nos enseña que las mismas palabras de la Torá tienen un potencial para entrar en el corazón cuando las pronunciamos con nuestras bocas. Y cuando entran en el corazón son parte de nosotros y así se volverán uno con nuestra conducta.

Otra cosa que aprendemos es que la Torá no está en el cielo. Los rabinos encuentran aquí una base sólida para no utilizar la profecía a la hora de dictar leyes prácticas (halajá) sino la lógica humana usando reglas de interpretación establecidas. La legislación judía sólo está basada en la Torá que fue entregada al hombre y ya no está en el cielo. En la Torá, con el apoyo del resto de las Escrituras y la tradición oral, se encuentran todas las herramientas  necesarias para establecer una legislación correcta de manera sistemática y lógica, no por capricho ni por profecía. La profecía tiene su lugar, pero no sirve para dictar leyes ni para juzgar en los tribunales. La Torá no está en el cielo. Fue dada a los jueces de Israel.

Este texto habla también de manera profética del Hijo del Hombre que es la Torá Viviente. Pablo cita este texto en Romanos 10:6-10 aplicándolo de manera personal al Mesías. Lamentable la mayoría de las traducciones han puesto la palabra “pero” al inicio del versículo 6 creando así una contradicción entre lo que dice el versículo 5 y el versículo 6 como si la justicia de la Torá, de la cual escribe Moshé, fuera contraria a la justicia por la fe. Sin embargo la cita que Pablo toma de Deuteronomio muestra que él consideraba que Moshé hablaba de la justicia por fe en estos versículos. ¿Cómo Pablo podría basar su enseñanza en las palabras de la Torá para dar evidencia de que la justicia viene por medio de la fe si no creía que Moshé enseñaba que la justicia viene por fe? Lo que Pablo está enseñando en Romanos 10 es que la Torá es el medio para llegar al Mesías y que el que obedece la Torá de la manera correcta encontrará al Mesías. El no solamente está en la Torá, el es la Torá.

La Torá, por lo tanto, enseña que la justicia es algo alcanzable por el hombre, por medio de la fe, mediante la aceptación del mandamiento enviado del cielo primero en forma escrita y más adelante en forma humana.

Acepta los mandamientos de la Torá con tu boca y con tu corazón y acepta a Yeshua como la Torá Viviente y confiésalo como tu Señor sabiendo que fue resucitado de entre los muertos. Así serás salvo y tendrás tu parte en el mundo venidero.

Bendiciones,

Ketriel



 

 

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