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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


VaEtjanán 45-2

Y supliqué

Deuteronomio 4:5-40

Y el SEÑOR os dispersará entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones adonde el SEÑOR os llevará. Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Pero desde allí buscarás al SEÑOR tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.

 (Deut. 4:27-29 LBLA)

¿Quién adora una piedra?

En esta sección de la Torá el Eterno advierte severamente contra la adoración falsa de todo tipo de imagen hecha por los hombres. Como el Eterno es invisible y no tiene forma ni cuerpo está prohibido hacer cualquier clase de retratos de algo que podía representarle.

Las culturas paganas, y especialmente la greco-romana, estaban plagadas de diferentes dioses representados a través de imágenes e iconos de madera y de piedra. Y cuando el cristianismo fue creado en el siglo IV adoptó e introdujo en su seno el culto a las imágenes cambiando sus nombres. Una de las imágenes más veneradas es la cruz, que tiene su origen en Babilonia. En muchos países la cruz misma es venerada con expresiones de reverencia, besos, flores y velas.

Las palabras de la Torá se cumplieron en los judíos apóstatas que se han inclinado ante tales cosas. Un judío que quiere volver al Eterno tendrá que renunciar toda práctica idolátrica en relación con las imágenes, estatuas, iconos, cruces y demás objetos de culto.

El que no es judío y desea servir al Dios vivo también tendrá que renunciar todas estas cosas para así marcar que el Eterno es Espíritu y no materia.

La Torá destaca dos elementos que los hombres están utilizando para crear una adoración falsa, la madera y la piedra. El culto a la cruz es un ejemplo de cómo se adora un objeto de madera. La piedra también se utiliza para crear representaciones de divinidades que son objetos de culto.

Es cierto que la Torá dice que la piedra que aquellos líderes en Israel que eran corruptos rechazaron en su día se convirtió en una piedra preciosa, escogida y colocada en el cielo por el Eterno (Isa. 28:16; Sal. 118:22-23; Mat. 21:42-45; Luc. 20:17-19; Hech. 4:11; 1 Ped. 2:6-8; Rom. 9:33). Pero los hombres han transformado esa piedra en un objeto de culto y de esa manera creado un tipo de teología de reemplazo espiritual en su concepto de Dios.

La palabra hebrea para piedra es even אבן. Se compone de las tres letras alef, bet y nun. La alef representa el Eterno que es uno. La bet representa la creación que es dual y la nun representa la redención, como ya hemos mencionado. La palabra hebrea formada por las primeras dos letras alef y betאב, av – significa padre y la palabra formada por las dos últimas letras bet y nunבן, ben – significa hijo. De esta manera podríamos interpretar el significado de la palabra even – piedra­­ – como la acción del Padre celestial a través de su Hijo terrenal y creado, para la redención del mundo.

Sin embargo, el Eterno no puede dar a luz ni reproducirse como las criaturas biológicas, y por eso no podemos entender la palabra Hijo como algo nacido de él. Como hemos dicho antes, tenemos que entender la palabra Hijo como imitador, servidor y representante (1 Cor. 4:17; 1 Ped. 5:13; Rev. 21:7). Cada uno de Adán, Salomón e Israel es llamado hijo de Dios en las Escrituras (Luc. 3:38; 1 Cron. 22:10; Éx. 4:22). Yeshua es el Hijo de Dios por excelencia, pero esto no significa que sea una reproducción celestial del Invisible e Infinito.

Ahora, el hecho de que Yeshúa sea una expresión en forma humana del Eterno, parecida al primer hombre Adam pero superior, ha dado lugar a la introducción de elementos idolátricos en la apreciación de su ser. Esta escritura de la Torá nos da una indicación de esto. Al mezclar el Padre celestial con el Hijo terrenal y decir que el Hijo sea eternamente divino o que sea Dios con la misma esencia del Padre es crear una piedra – even,אב-בן  (Av-Ben) – que se vuelve un objeto de culto idolátrico.

El que adora al Hijo como adora al Padre está practicando una forma engañosa de idolatría. Honrar no es lo mismo que adorar. El que honra a un representante y emisario está honrando al que le envió. No estamos hablando de eso ahora, sino de la creación de una “piedra” que hay que considerar como una forma de idolatría. Cuando uno dice que el Hijo es lo mismo que el Padre ha creado una piedra idolátrica.

Que el Eterno, que es bueno y entiende que estas cosas son muy difíciles y que el hombre puede ser engañado fácilmente, tenga misericordia de los que, creyendo que la Escritura enseña que un hombre es Dios hecho carne, le adoran como si fuera el Eterno.

El hecho de que muchos en su ignorancia y la sinceridad de su corazón practican esta forma engañosa de idolatría reciben respuestas de sus oraciones y salvación en sus necesidades no confirma que su culto a la piedra Padre-Hijo, que han creado en su mente, sea correcta. Sólo confirma que sus corazones son sinceros y que el Eterno es misericordioso con los ignorantes. Pero el que profundiza en la revelación del Eterno en la Torá y se da cuenta de esto tendrá que abandonar esta forma engañosa de idolatría.

Antes éramos ignorantes y el Eterno nos ayudó. Pero ahora que no somos ignorantes tenemos que dejar todo culto al Padre-Hijo como un Dios y volver al Eterno Invisible que no es un hombre ni puede reproducirse. Y si lo buscamos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma, lo hallaremos.

¡Bendito sea su Nombre por eso!

Ketriel