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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Lej Lejá 3-4

Ve por ti

Génesis 14:1-20

Entonces Melquisedec, Rey de Salem, el cual era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino, y le bendijo, y dijo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.

(Gén. 14:18-20 Reina Valera Gómez)

¿Quién es el verdadero dueño de todo?

Malki-Tsedek era sacerdote de El Eliyón – el Poderoso Supremo. Al bendecir a Avraham señaló que El Eliyón era el poseedor de los cielos y de la tierra. La palabra hebrea que se ha traducido como poseedor es kaná (קנה) cuya raíz tiene que ver con erigir, crear; obtener, comprar. Se trata aquí de identificar al Eterno no sólo como el Creador – en hebreo Boré בורא – sino como el Dueño de los cielos y de la tierra. Él es el Dueño de todo lo que existe, como está escrito en el Salmo 50:10-11: “Porque mío es todo animal del bosque, y el ganado sobre mil colinas. Toda ave de los montes conozco, y mío es todo lo que en el campo se mueve.” y Ezequiel 18:4a: “He aquí, todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo mías son.”

Esta verdad, que el Eterno es el Dueño de todo lo que existe, causó que Avraham, nuestro padre, diera el diezmo a Malki-Tsedek que era el representante del Dueño del mundo. Como todo es Suyo hay que reconocerle de una manera práctica con en la economía personal. Ninguna de todas las riquezas que tenía Avraham le pertenecían. Al dar el diezmo, él mostró que él era solamente un administrador de los bienes del Altísimo, que es el Poseedor de los cielos y de la tierra.

En las Escrituras el número 10 representa la totalidad. El que da el diezmo al Eterno está diciendo de manera práctica que todo lo que ha recibido para administrar le pertenece e Él y que tendrá que dar cuenta un día de cómo utilizó el 90% restante. El que no da el diezmo no reconoce que el Eterno es el Dueño de todo y le está robando algo que le pertenece de una manera especial.

 En el idioma hebreo no existe la palabra “mío”. Así que para decir que algo me pertenece se dice yesh li (יש לי) “hay para mí” o shelí (שלי) “que (es) para mí”. Con otras palabras, todo lo que está en nuestra posesión no es nuestro, sólo son cosas que el Eterno nos ha dejado para administrar. La entrega del diezmo es el único modo de mostrar esta verdad de una manera práctica.

Da el diezmo de todo lo que recibes y así reconocerás que el Altísimo es el Poseedor de tus bienes. De esa manera las ventanas del cielo siempre estarán abiertas sobre tu economía.

Que el Eterno te bendiga y te prospere de verdad,

           Ketriel