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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


Sheminí 26-2

Octavo

Levítico 9:17-23

Aarón presentó los pechos y la pierna derecha como ofrenda mecida delante del SEÑOR, tal como Moisés había ordenado. Entonces Aarón alzó sus manos hacia el pueblo y lo bendijo, y después de ofrecer la ofrenda por el pecado, el holocausto y las ofrendas de paz, descendió. Y Moisés y Aarón entraron en la tienda de reunión, y cuando salieron y bendijeron al pueblo, la gloria del SEÑOR apareció a todo el pueblo.

(Lev. 9:21-23 LBLA)

¿Qué fue lo que faltaba para la manifestación de la gloria?

A pesar de que Aharón había presentado todas las ofrendas por sí mismo y por el pueblo tal como el Eterno había mandado a Moshé, la gloria del Eterno no se manifestaba cuando él levantó sus manos y bendecía al pueblo. Entonces Moshé tomó a su hermano y lo llevó al lugar santo para estar a solas con él y con el Eterno. Luego cuando salieron los dos y juntos bendijeron al pueblo, la gloria del Eterno apareció a todo el pueblo en forma de un fuego celestial que consumió los pedazos que estaban sobre el altar. Esa manifestación fue impresionante. A partir de ese momento el fuego del cielo reemplazó el fuego que había sido encendido por los hombres sobre el altar y los sacerdotes sólo tenían que mantener vivo el fuego celestial poniendo leña sobre el altar todas las mañanas

De alguna manera el Eterno quiso mostrarnos que la bendición de un hombre no era suficiente para que su gloria se manifestara. La unidad entre hermanos tenía que ser expresada de manera práctica para que esa gloria pudiera venir. Esto nos enseña que el amor y la unidad prácticos entre hermanos son una condición para la presencia del Eterno en el pueblo y en nuestras familias.

Hay una íntima relación entre la unidad entre hermanos y la manifestación de la gloria del Eterno.

Si realmente deseamos ver y vivir en la gloria del Eterno entre nosotros tenemos que cuidar muchísimo esta parte. Es imposible vivir en la gloria del Eterno si hay envidias, disensiones, rivalidades, habladurías, sospechas, egoísmo, falta de compasión y amor entre nosotros.

Que el Eterno nos limpie de todo lo que nos divide para que podamos experimentar, ver y vivir en su gloria de manera personal y colectiva.

¡Amén!

Ketriel