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El Maná de la Torá por Dr Ketriel Blad


BeShalaj 16-6

Cuando envió

Éxodo 16:11-36

Mas no obedecieron a Moisés, y algunos dejaron parte del maná para la mañana siguiente, pero crió gusanos y se pudrió; y Moisés se enojó con ellos… Y sucedió que el séptimo día, algunos del pueblo salieron a recoger, pero no encontraron nada. Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes? 

(Éx. 16:20, 27-28 LBLA)

¿Por qué algunos no obedecen?

El pueblo se había criado en esclavitud. El Eterno quería liberarles, no solamente de la esclavitud física, sino también de la esclavitud espiritual, la del alma. En la esclavitud de Egipto el pueblo había sido forzado a obedecer. Pero a pesar de una obediencia exterior no es seguro que había una obediencia de corazón. Sólo obedecían para no obtener golpes y daños. Esa obediencia es condicional. Obedezco para que me vaya bien y para que no me pase nada malo. Pero la persona decide cuándo va a obedecer. Si hubiera podido ser desobediente sin recibir golpes y daños lo haría. Esa obediencia no es la que el Eterno desea.

Ahora, el Eterno los sacó de la esclavitud bajo el faraón para llegar a ser Sus siervos. La obediencia con el Eterno tiene dos niveles y el segundo nivel es el que agrada al Eterno. El primer nivel de obediencia es la que se hace por interés propio, para obtener beneficio propio o para no obtener castigo. En ese nivel de obediencia no está el corazón, sólo el egoísmo. Esa obediencia trae consecuencias buenas, porque en toda obediencia hay bendición, aunque se haga con malas ganas.

Sin embargo, hay otro nivel de obediencia, la del corazón. En ese nivel la persona no obedece por sus propios intereses sino porque su corazón ha sido entregado al Eterno. La obediencia de esa persona será igual en público como en privado, cuando todos la vean como cuando está en secreto a solas. Esa es la obediencia más agradable para el Eterno porque refleja el carácter del Mesías que es la imagen del Invisible.

Algunos de los hijos de Israel pensaban que la liberación del faraón les daba el derecho de obedecer cuando les daba la gana. La libertad no significa que uno puede hacer lo que le parece, sino está condicionada a una obediencia de corazón a las normas del Eterno que están puestas para crear libertad. No hay libertad sin obediencia. La desobediencia trae consecuencias negativas, atrae la ira del Eterno y causa maldición y destrucción.

La lección del maná fue dada al pueblo para enseñarles a obedecer. Ahora, algunos lo hacía por interés, para no ver el maná podrir y para no salir en vano a recoger cuando no había. Pero otros lo hacían de corazón, simplemente porque el Eterno lo había ordenado, mediante su siervo Moshé.

¿Qué tipo de obediencia queremos en nuestras vidas?

Que el Eterno nos eleve a la obediencia de corazón, sin rebeldía, sin fingimiento, sin interese personales, sólo por amor.

Oremos: “Padre celestial. Enséñame el camino de la obediencia de corazón. Quita de mi toda obediencia con intereses personales y la obediencia causada por temor. Crea en mi interior un corazón íntegro, solamente entregado a ti. Lléname con tu Espíritu para poder llegar al nivel de obediencia que a ti te agrada. Que seas glorificado y exaltado mediante la obediencia de tu pueblo, amén.”

          Ketriel